sábado, 7 de abril de 2012

Las 7 Palabras

Las 7 últimas Palabras de Jesús en la Cruz.

Por: Jesús Baldonedo

La noche de este sábado 6 de Marzo se desarrollo el servicio de "Las 7 Palabras de Jesús en la Cruz". Este culto organizado por los diferentes Ministerios de la Iglesia "Manantial de Vida", entre ellos: Adoración, Protocolo, Seguridad, Danzas, Sonido, Diaconado, Teatro, Intercesión, y Guerra, Evangelismo, Consolidación, Restauración y Publicidad y Medios. Este evento se realizo en la cancha del sector 16 de San Jacinto a las 7:30 pm. Todo un éxito resulto en cuanto a la participación de la Comunidad de nuestro sector, desde este espacio felicitamos a todos los hermanos que trabajaron lograr esta actividad, para la Gloria de Dios. Este es un resumen de la actividad de las 7 Palabras: Dios los Bendiga a todos…!!!

PRIMERA PALABRA: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen"

"Llegados a un lugar llamado Calvario le crucificaros allí a Él y a dos malhechores: uno a la derecha y otro a la izquierda Jesús decía: "PADRE, PERDONALES, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN" (Lc 23,33-34)

Detengámonos ante la escena. En lo alto del Calvario, tres cruces entre el cielo y la tierra. Jesús en medio de dos ladrones. Retablo viviente de una humanidad pecadora.

Y JESÚS ora al Padre, pidiendo perdón... Jesús conoce como nadie el corazón del Padre. Y en la oscuridad de su abandono se atreve a luchar con el corazón de Dios.

Si es grande el pecado de los hombres, mayor es la misericordia de Dios.

Y no sólo pide clemencia para quienes le crucifican; los disculpa. Todo lo excusa el amor. Todo lo soporta el amor. Nada podrá arrebatar al amor su fuerza, ese amor que es más fuerte que la muerte y la inmensidad de las aguas convocadas no podrían apagar.

SEGUNDA PALABRA: "Hoy estarás conmigo en el paraíso"

"Uno de las malhechores colgados le insultaba: "¿No eres Tú el Cristo? Pues sálvate a Ti y a nosotros". Pero el otro le respondió diciendo: "¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho. Y decía : «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a tu reino». Jesús le algo: "Yo te lo aseguro: HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO" (Lc 23,39-43)

Nos encontramos ante dos hombres. Ninguno de los dos tiene obras. Son malhechores, representantes genuinos de la humanidad. Uno insulta a Jesús; el otro reconoce su pecado.

A partir de una mirada a Jesús, de contemplar cómo muere, se despierta su fe.

JESÚS vuelve a encontrarse con la debilidad, está frente a un pequeño, uno de los suyos, sus preferidos, un verdadero pobre, un pecador a quien se le ha concedido escuchar el evangelio de la gracia.

JESÚS regala el reino a los que reconocen su pobreza radical. Dios regala el paraíso por gracia. Lo ha comprendido el ladrón. Nunca un ladrón ha sido "mejor ladrón".

ARREBATÓ a Dios el cielo, simplemente, con un acto de confianza.

TERCERA PALABRA: "Ahí tienes a tu Hijo... ahí tienes a tu Madre"

"Junto a la cruz estaban su Madre y la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su Madre: "MUJER, AHÍ TIENE A TU HIJO". Luego dice al discípulo: "AHÍ TIENES A TU MADRE". Y desde aquella hora, el discípulo la acogió en su casa" (Jn 19,25-2 7)

María, de pie. Triturada por el dolor. Ella puede decir lo que en la Lamentaciones de Jeremías clama la hija de Sión: "Ved si hay dolor semejante a mi dolor..."

Madre Dolorosa, pero de pie, sin dramas. En la fe y en la esperanza, vertiendo sus lágrimas en el misterio de Dios.

Jesús la mira, velados sus ojos por la sangre, las lágrimas y el sudor de la muerte. Jesús va a expirar... se nos está muriendo a chorros... Todo lo ha dado: a los judíos, el perdón; al ladrón, su cielo. ¿Qué más? Para nosotros, SU MADRE..., la Madre Sacerdotal incorporada a la oblación total del Hijo. María, en la primera Misa de su Hijo... Ofertorio... Consagración... y Comunión.

Las manos ungidas las besará, llagadas, poco después, si le dejan en su regazo, al calor del seno que le concibió y le gestó.

Ya tenemos Madre. En Ella está condensada toda la gracia colectiva de la Iglesia: la gracia del momento de la Encarnación y la gracia del momento de la Redención.

MADRE CORREDENTORA. Ya es nuestra. Ya somos suyos.

Y Jesús va a expirar, después de este gesto supremo de darnos a su Madre. Exquisitez y generosidad. ¡Sí! Porque dar de lo que sobra es gentileza. Dar de lo que se necesita es caridad. Dar de lo que se carece puede ser heroísmo. Dar lo único que queda, el vínculo irrompible, lo que más se quiere, lo más nuestro... Cuando ya no hay fuerzas, cuando el cuerpo se desangra martirizado por el dolor y todo el ser es un clamor de pura necesidad de todo y de todos..., cuando el cuerpo se derrumba y el alma grita su soledad en un gemido de angustia..., darlo todo así se llama DON TOTAL, AMOR SUPREMO

"Habiendo amado a los suyos, extremadamente, exageradamente los amó"

CUARTA PALABRA: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

"Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: "DIOS MÍO, DIOS MÍO ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?" (Mc 27,46-47)

Jesús grita en la intensidad de su dolor. Grito arrancado por la crueldad del suplicio. Jesús siente que la muerte se acerca... Su Madre y el discípulo tratan de acompañar con cariño su agonía, con la presencia y la mirada. Poco o nada más podían hacer.

Este momento de total desnudez, en que no tiene nada en qué apoyarse, es el que espera el Padre para arrancarle el lamento más triste y sereno de su Pasión. Desolación interior profunda, intensísima. Sobre su corazón se cierne la noche de una indecible angustia... "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?..." ¿Por qué...? ¿Por qué...?

Y en la hondura del alma de Jesús, el silencio, la terrible soledad, el tedio, el desamparo del Padre, el miedo... Y desde el hondón de su espantosa negrura, Jesús reza:

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza... lejos estás de mi socorro, de las palabras de mi gemido... " (Sal 21)

Es la hora del poder de las tinieblas... Porque cuando el dolor acecha y la soledad nos invade... Cuando todo se aleja y no se sabe como hacer pie en la tierra... Cuando los amigos traicionan y hasta lo más seguro falla...

Todo es llevadero si la lucecita de la fe y la confianza permanecen encendidas, si a través de la oscuridad "algo" por tenue que sea, percibe el alma que viene de Dios... Sólo cuando Dios es la causa del dolor, la vida se hace insoportable y todo se derrumba hasta el límite de la desolación.

Los santos han sabido de desamparos y noches, de andar palpando en la oscuridad de la fe la mano de Dios, de buscar ansiosamente, a través de las mayores negruras, un atisbo del rostro querido y añorado.

QUINTA PALABRA: "TENGO SED"

"Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: "TENGO SED". Había allí una vasija llena de vinagre. Fijaron en una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la llevaron a la boca" (Jn 19,28-29)

La sed era uno de los más terribles tormentos de los crucificados. Jesús no había bebido nada desde la noche anterior. Su deshidratación era extrema, por la pérdida de sangre.

Sed física. La garganta, como un desfiladero polvoriento. Jesús se abrasa. "TENGO SED". Son los últimos reductos de su sensibilidad, exacerbada por el dolor.

Pero Jesús tiene también otra sed. Siempre tuvo sed. Bebe muchedumbres, pero jamás dejará de tener sed. "Mujer... dame de beber...", dijo a la Samaritana.

Él había dicho: "El que beba del agua que Yo le daré no tendrá ya sed jamás... ríos de agua viva brotarán de sus entrañas... el que tenga sed que venga a Mí y beba..."

Y Jesús, la fuente, el manantial, la mina de agua, sigue teniendo sed. Tiene sed de nuestra sed. Sed de ti. Sed de mí. Sed de mi amor. Sed de tu amor. Sed de llevar la copa rebosante de mi vida y la tuya hasta sus labios febriles, candentes.

Dios siempre tiene sed. Es una mendiguez permanente la suya: "Dame de beber..., dame de beber..., dame de beber..."

Y llegará a pedir la más íntima y entrañable intimidad como ofrenda y oblación por su Iglesia...

Y cuando llegue nuestro don a sus labios, sentiremos su contacto quemante y ardoroso... ¡tiene más sed!

¡DAME DE BEBER... ! Más.. un poco más. ¡Dame toda tu sed... !

Jesús es el perpetuo insatisfecho, sobre todo cuando una vida se le hace satisfacción. Se decide, de una vez a hacerse DON. ¡Nunca encuentra saciativa nuestra saciedad !

La respuesta del alma excita más su sed y en ese ardor insaciable nacen los heroísmos más generosos y se agotan nuestras posibilidades... ¡nunca las suyas !

SEXTA PALABRA: "Todo está acabado"

"Cuando tomó Jesús el vinagre dijo: TODO ESTA ACABADO" (Jn 19,30)

Su débil y cansada mente repasa todo el abanico de profecías que sobre Él se habían hecho. Comprueba que no queda nada por cumplir.

Y sobre el espíritu de Jesús desciende la paz. Puede ya volverse serenamente hacia su Padre, cuya sensación de lejanía parece definitivamente superada.

Su muerte es la cima de la realización de la voluntad del Padre. Para eso había venido al mundo. ¡Lo había dicho tantas veces...!

"Yo no busco mi voluntad, sino la de Aquel que me ha enviado" (Jn 5.30). "Mi alimento es hacer su voluntad y llevar a cabo su obra..." (Jn 4,34).

Ahora repasa esa voluntad que conoce como nadie ha conocido jamás y sabe que, realmente, se ha cumplido en todo. Sabe que su obediencia es verdaderamente el precio de la salvación de la humanidad.

Y con su cuerpo destrozado, con su rostro maltrecho, se presenta ante el Padre como sustituto del mundo en pecado...

"Todo está cumplido... Todo se ha consumado..."

SÉPTIMA PALABRA: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"

"Era ya cerca de la hora de sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora de nona. El velo del santuario se rasgó por medio, y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU» Y dicho esto, expiró" (Lc 23, 44-46 )

¡Qué sobriedad en el relato de Lucas!

Tocamos la profundidad de una fe que, necesariamente, se hace sobria porque nace del misterio de la adoración, del respeto ante lo que nos sobrepasa... Es cuando la fe se hace solamente mirada silenciosa.

El salmo 31, última palabra de Jesús, nos hace ver que su muerte, en acto de oración, es la consumación de su vida como Hijo. Su vuelta, por tanto, al Padre.

Jesús muere en la serenidad de una fe que consuma su destino, respirando oración y confianza. "EN TUS MANOS, PADRE..."

¡Última palabra que el mundo escucha de sus labios moribundos... PADRE... ABBA... PAPA..

Va a morir... Y morir es acurrucarse en el regazo de Dios... Morir es caer blandamente en las manos del Padre... Porque el cielo es eso: Los brazos del Padre... Nuestro cielo, su contacto...

"PADRE: EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU..." Y expiró... Y las manos del Padre acariciaron sus heridas... "EN TUS MANOS..." Y las manos del Padre le quitaron las espinas...

"PADRE, EN TUS MANOS ECOMIENDO MIS ESPÍRITU..." Y las manos del Padre sacaron con cuidado los clavos...

"EN TUS MANOS, PADRE... SÓLO EN TUS MANOS..."



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